Preguntaste encendida: ¿Que me has dado?
Para que yo te contestara: ¡Nada!
Recién entonces se aplacó tu ira,
sobre mis penas soportaste el diálogo;
Necesitaste de mi orgullo herido
y de mi angustia ante tu amor negado.
Hoy no me tienes ya: ¿De qué te quejas ?
tú me enseñaste a ser interesado;
yo no tenía cariño y lo busqué,
anhelaba ternura y la he encontrado.
Puedes cantarle a Dios una canción,
porque yo - pese a todo -,
no te he odiado.
PLE
PLE
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